Hace unas semanas un director de una de las empresas a las que prestamos nuestros servicios comentó refiriéndose a una subordinada: “Dice que siente que ella es el proveedor y tú el cliente”. Al principio no entendí de qué se trataba, hasta que caí en la cuenta de que mucha gente como ella, de niveles medios y bajos en las organizaciones, y de corta inteligencia y larga ambición, no entienden la figura de aliados estratégicos y prefieren considerarnos “proveedores”, como una figura sobre la que pueden ejercer el poder que no tienen dentro de su organización con una autoridad que nadie les ha conferido y que, por supuesto, no se han ganado. No es gratuito, estas figuras llenan huecos de poder que sus jefes no han sabido, no han querido o no han podido llenar.
Este es el tipo de clientes que no quiero.
Por esta, entre otras razones, hemos ido modificando nuestro modelo de negocio para buscar, más que clientes, cómplices que quieran compartir su visión, sus objetivos y ¿por qué no? hasta sus sueños con nosotros, porque con ello nos brindan la oportunidad de compartir nuestro sueño de construir juntos sus marcas, mientras fortalecemos una relación de complicidad. Complicidad de la buena.
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