Seguramente has escuchado esta expresión muchas veces y quizá en diferentes circunstancias, pero seguro siempre en el contexto de que lo que una persona puede estar pensando no corresponde a la realidad.
¿Pero de verdad crees que es posible qué lo que una persona piense sobre algo sea totalmente ajeno a la realidad?
No resulta muy fácil de creer cuando a alguien lo “agarran en la movida”, porque casi siempre lo que están pensando sí es lo que parece. Pero muchas veces cuando se trata de productos o servicios la comunicación puede ser tan pobre o tan poco atinada que deja enormes huecos que las personas tendemos a llenar con información informal, con rumores o hasta con nuestra imaginación, lo que termina haciendo que pensemos cosas que no tienen nada que ver con la realidad de un producto.
Por ejemplo, por años en México existía la idea de que si una licuadora no hacía ruido no era potente. También existió la idea de que los vinos mexicanos eran malos por definición. Se pensó mucho tiempo que el asbesto era lo mejor para almacenar el agua en las azoteas. Se creía que los productos chinos eran todos malos. Hoy sabemos que algunas de estas percepciones no tenían nada que ver con la realidad… pero sí determinaban nuestros actos de compra y consumo.
Así también tenemos casos de productos que a pesar de ser de una muy mala calidad, los consumidores piensan que es lo mejor que hay, lo que hace que al fabricante le parezca que la gente es estúpida y entre en una nube de confusión en la que no sabe qué hacer para corregir esas percepciones. Y la única manera es entender que a pesar de ser grandes expertos en el mercado, siempre tenemos mucho que aprender de las personas que hacen el mercado con sus compras cada día.
Decía un gran publicista “el consumidor no es estúpido, puede ser tu esposa”.
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