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¿Qué quieres que el mundo recuerde de ti en el año 2666?

Algunos empresarios, los que quieren dejar un legado que les sobreviva, plantean constantemente la pregunta acerca de la posibilidad de que su nombre o el de su empresa trascienda y permanezca en las siguientes generaciones.

Es perfectamente posible pero no es sencillo. Dicen los especialistas organizacionales que para que transitar del emprendedor a la institucionalidad es necesario que la filosofía del primero se transforme en políticas y procedimientos para lograr lo segundo.

Sin embargo, ni siquiera eso garantiza que el nombre original del fundador o de la empresa pueda trascender como un activo valioso que vale la pena conservar y acrecentar.

Es necesario construir una marca sobre los valores que representa ese nombre original para que valga la pena conservarlo. Y esa no es tarea de los descendientes sino del fundador.

Para dejar un legado valioso como empresario es necesario considerar los activos en su totalidad. La tecnología, la maquinaria y cualquiera que sean los bienes materiales de la empresa, por cuantiosos que sean, no garantizan las ventas futuras, mientras que la fortaleza de una marca sí puede hacerlo.


El emprendedor inteligente empieza la transición a la institucionalidad creando una marca, aun cuando ésta sea su apellido, y va disociándola de su persona, de tal manera que la gente prefiera la marca y los valores que representa sin importar quien dé la cara.

Esto te garantiza un retiro tranquilo y oportuno, pero sobre todo te asegura que tu creación vaya más allá de tu propia vida. Después de todo mientras que las personas mueren, las marcas pueden vivir siglos. Para muestra dale un vistazo a Stella Artois, marca cervecera fundada en 1366.

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