Facebook ha existido desde siempre, pero con diferentes nombres. Las personas no hemos dejado de ser lo que somos, por los siglos de los siglos. Por eso desde que la humanidad es humanidad, hemos tenido la necesidad de pertenecer a clanes, tribus, grupos, reinos o naciones, de expresarnos para dejar un testimonio de nuestro paso por el mundo y de ser reconocidos por nuestros pares.
Las pinturas rupestres en las cavernas muestran el testimonio de lo que quienes las crearon veían y la manera en que lo interpretaban. Los retratos y autorretratos al oleo durante el renacimiento muestran lo que quienes podían pagarlos querían que la posteridad percibiera de ellos. Los famosos cafés en los campos elíseos en París, definidos como lugares para ver y ser vistos, son otra muestra de ello, como lo fueron en su momento los cafés existencialistas en los que las mesas, las pantallas de las lámparas y, por supuesto las paredes, fueron un espacio de expresión de los comensales que en ellos quisieron pasar tiempo reflexionando y dejando testimonio de ello.
Miles de restaurantes tienen fotos de los dueños con personas célebres que los han visitado, utilizando sus muros como testimonio de lo que han hecho a lo largo del tiempo.
Los graffitis (no el vandalismo que hoy campea en nuestras calles) son otra de las muestras de nuestra necesidad de expresión que se popularizaron en el mundo durante muchos años. Y no podía faltar el cuerpo humano en el que quizá la necesidad de unicidad combinada con la de expresar algo muy personal y mostrarlo pública (o íntimamente) han hecho de la piel de millones de personas un lienzo -o un muro- en el que manifiestan lo que quieren decir sin necesidad de palabras.
Así a nadie debería extrañar el uso de selfies, así como de las actividades que mostramos en ellas, ya que no representan ninguna novedad como podemos ver en la foto de este artículo.
Antes necesitaban un pintor y los correspondientes honorarios, meses de posar para ellos y las suficientes relacione sociales para que valiera la pena la inversión. Había tiempo, paciencia, dinero ilimitado y deseo de trascender.
Este último sigue presente en cualquier empresario que quiere ver inmortalizada a su marca. Lo que hace diferente a esta época es la inmediatez, la nula tolerancia a la frustración y la irreflexiva velocidad a la que hacemos las cosas apoyados o impulsados por las poderosísimas herramientas que la tecnología nos ha puesto en las manos para utilizar sin necesidad de hacer un doctorado en el uso de un smartphone.
Por eso, si quieres capitalizar todo lo que está sucediendo para que tu marca trascienda, hay que partir de la comprensión de la conducta de las personas y aprovechar las oportunidades que la tecnología nos ofrece. deja de pensar en que cualquiera con una lap top o un smartphone puede hacerlo. Busca CÓMplices que hagan que tu marca pase a la posteridad.
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