Imagínate llamando consumidora a la chava que te late y a quien quieres impresionar, conquistar y seducir hasta tener una relación intensa y profunda que sea materialmente inquebrantable. ¿Suena extraño? No, suena ridículo… Consumidora… ¡Puagh! Qué palabra tan pobre para describir a alguien que quieres.
Es que cuando piensas en las personas que quieres tener muy cerca de ti y hacerlas parte de tu vida, tu mente vuela para conocerlas, entenderlas y buscar agradarlas para conquistarlas, seducirlas y hacerlas tuyas.
Pues así es la relación que necesitas entre tu marca y las personas que deseas. Sí, que deseas que sean tuyas ahora y para siempre.
Tienes que hacer la tarea bien y completa para conocer a esas personas como si fueran una sola. Tienes que descubrir qué le gusta, que la mueve y que la conmueve. No solo sobre productos sino sobre su vida. Qué valora, qué siente, qué sueña, qué desea, qué extraña, qué la hace sentir importante y que le hace sentir amada. En resumen hay que conocerla para enamorarla.
Una marca tiene que ser el amante perfecto, el consentidor eterno, el seductor irresistible… Y no dejar de serlo nunca.
Y por supuesto tiene que ser el que siempre sabe qué decir y especialmente cómo decirlo para tocar las fibras más profundas y sensibles del alma. Por eso la publicidad nunca podrá dejar de ser el sublime arte de la seducción.
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